Había una vez en algún país lejano un viejo y humilde carpintero que se llamaba Geppetto. Vivía solo soñaba con tener un hijo de carne y hueso. Al no poder realizar su sueño, fabricó un muñequito de madera y le puso por nombre Pinocho. Cuando terminó de hacerlo, se asomó a su ventana para ver el cielo y le pidió a una estrella un deseo: que Pinocho cobrara vida.

Esa misma noche, mientras Geppetto dormía, llegó un hada y tocó a Pinocho con su varita mágica; así, le dio vida. Pero al mismo tiempo, salió de la nada un grillito que se presentó ante Pinocho y le dijo que él era su Conciencia (todos los que hemos sido niños conocemos muy bien este cuento).

El grillito Conciencia no se despegaba de Pinocho: Lo guiaba y lo aconsejaba, le hablaba sobre todo la que es bueno y le decía que debía estar atento para no cometer errores. Le hacía ver todo lo que es malo. 

Así comenzaron juntos un largo recorrido de vivencias y experiencias negativas porque Pinocho hizo amistad con muchachos que no sabían de valores ni principios, pero, a pesar de que sufrió mucho, prendió grandes lecciones de conciencia y, arrepentido, regresó al buen camino.

Como la verdad y el bien triunfan a la larga, este cuento termina con un Pinocho que el hada convierte en humano, un ser despierto, que puede decidir y escoger el camino de su vida, dando lo mejor de sí con respeto y amor.

¡Y todos fueron felices!