La Chispa Divina es el ego superior

El ego superior, que es sabio y sutil, para poderse ubicar en nuestra realidad física, se divide en varios egos pequeños: el ego físico, que se ocupa de nuestro cuerpo; el ego emocional, que se ocupa de los sentimientos, y el ego mental, que se ocupa de los pensamientos. El ego superior les delega a estos egos la responsabilidad de acoplarnos al mundo terrenal.
Al principio, cuando somos niños y comenzamos a crecer, todo lo aprendemos con alegría. La pureza del ego superior nos hace ver lo bueno y excitante de la vida, y nos protege con la inocencia, que funge como Ángel guardián.
En esta etapa somos libres, pues no nos han presentado todavía al miedo.
Los pequeños egos crecen poco a poco en cada uno de nosotros, según las cualidades que traemos al nacer. Así adquirimos seguridad y cumplimos con nuestra misión de vida.
El ego terrenal
Comenzamos a crecer físicamente y, al mismo tiempo, se desarrollan la razón y la emoción, que nos irán enseñando cada día una lección.
Felices y libres, entramos con gran curiosidad a la impresionante jungla, que es la vida. Un día, nos topamos en el camino con un robot que está vestido con signos de dinero y con una habilidad que nos seduce. Nos entrega pequeñas monedas de oro falso que brillan mucho, y nos dice que con ellas podemos comprar absolutamente todo, hasta la felicidad. En este preciso momento comenzamos a alejarnos de nuestras almas inocentes, que son nuestro escudo de luz. Entonces nuestra protección desaparece. En la oscuridad tenebrosa de la jungla emerge el miedo, que se presenta como un viento frío que tira, tras de sí, de cadenas que le sirven para esclavizarnos.
El miedo y las dudas sorprenden a nuestros egos terrenales, los cuales se asustan y, para protegerse, se convierten en aliados del miedo, dado su deseo de sobrevivir
Poco a poco, los egos comienzan a inflarse como globos y a demandar de nosotros cada día más satisfactores de placer y poder. Comenzamos a escuchar repetidas veces, desde nuestro interior: “Yo sólo yo, mío, para mí, dame, quiero más”. El miedo, satisfecho, gruñe y con su vaho frío nos dice: “Te voy a quitar, vas a perder”, y comienza a manipularnos. Entonces, nos entumimos de miedo y no podemos pensar.
En ese momento, el miedo hace aparecer un paquete de barajas. En cada carta se aprecia un miedo distinto. El miedo a la enfermedad es el que más nos esclaviza, pues nos lleva de la mano a encontrarnos con el mayor miedo que existe, que es el miedo a morir. Después viene el miedo a no tener, que de inmediato limita la abundancia y nos resta seguridad, y así siguen desfilando los miedos: el miedo al dolor y al sufrimiento, el miedo a no ser queridos, el miedo a arriesgarnos, el miedo a no triunfar; el miedo a perder la libertad, el miedo a no ser felices. Podemos enumerar un sinfín de miedos que nosotros mismos escogemos, y aun, nos inventamos más.
De un momento a otro, la magia de la vida se nos escapa; triste se lleva consigo a las hadas, a los duendes, a los magos buenos. Y dejamos de ser niños…
Pero cuando estamos en silencio podemos escuchar una voz dulce y bella que llega desde nuestro interior. Es la voz del ego superior que nos dice: “¡Despierta, despierta!, vuelve a encontrar tu Conciencia, no tienes por qué vivir esclavizado a los miedos, recuerda que eres una pequeña Chispa de Dios”.
Reflexión
Con tristeza me doy cuenta de que no hay paz en el mundo, ya que los seres humanos vivimos constantemente en todo tipo de guerras. Las razones son el miedo, el excesivo materialismo y una gran dosis de egoísmo.
No quiero aceptar que esto siga ocurriendo. Por tanto, me enfrento con mi ego terrenal para empezar a educarlo; sé que yo empiezo a cambiar para ayudar al bien en mí. Soy un granito de arena más que ayudará a cambiar esta realidad con mis pensamientos positivos.
“Qué fácil es cambiar hábitos negativos cuando me guía un ideal.”