Atreverse a vivir por un sueño
¿Quieres vivir por un sueño? ¿Qué aspecto tendría tu vida de hacerlo? El escritor Rainer María Rilke, en Cartas a un joven poeta, (Ediciones Obelisco), propone una respuesta impecable: “Excave en sí mismo en busca de una respuesta que venga de lo profundo. Y si de allí recibiera una respuesta afirmativa, si le fuera permitido responder a esta seria pregunta con un fuerte y sencillo “debo” construya su vida en función de tal necesidad; su vida, incluso en las horas más indiferentes e insignificantes, ha de ser un signo y un testimonio de ese impulso”.
Y lo que sigue es una de las principales enseñanzas de El Maestro de las cometas: “Cuando un sueño muere, porque se deja de creer en él, el rumor de un sollozo recorre el sinfín del cosmos. Pero afortunadamente, al instante, el mismo anhelo brota de nuevo en un corazón dispuesto a creer en él. Y entonces, la decepción se transmuta en la ilusión por verlo convertido en realidad. Y el sueño vuelve a nacer”.
Un día pensé que es el deseo quien nos elige, no al revés —ya nunca he podido dejar de verlo de ese modo—. Y al siguiente sentí que el sueño “sueña” a través del soñador y le susurra al oído: “Aliéntame, dame vida, permíteme existir. Quisiera crecer a través de ti y bendecir tu vida y la de todos”.
En lo que a mí respecta, ver las cosas de ese modo me libera de una gran presión, pues me alivia saber que trabajo “en equipo”. Mis sueños son más que simples ambiciones personales, son “buenas ideas prestadas”. Y me llena de alegría ofrecerme como voluntario para hacer que ocurran. A veces, me formulo esta pregunta: “¿Qué espera la vida de mi en este momento?”. Y acto seguido me olvido de mis exigencias egoístas.
Me gusta pedir a las personas que se pregunten en quiénes se han de convertir para lograr su mayor sueño. No se trata de un cambio de identidad sino de mentalidad. Mientras lo imaginan puedo ver como su energía aumenta y, ante mis ojos, se convierten en personas poderosas.
El salón  se inunda de entusiasmo y ya no baja el nivel en toda la jornada.
¿Te has preguntado alguna vez dónde te quiere Dios? ¿Te gustaría poner tu corazón donde está tu sueño? Di ¡Sí! y dispondrás de un centro sobre el cual hacer girar tu vida. Vive por aquello que amas, y en ese preciso momento tu vida empezará a transformarse.
El elevado precio de dedicarse a lo que en realidad no se ama
Dedicar una vida a lo que no alegra el corazón es sobrevivir nada más. Es un inmenso error.
Entonces:
¿Por qué hay tantas personas que se dedican a algo que les desagrada? He reunido un par de razones y ambas dejan mucho que desear. Una, la creencia de que no es posible ganarse la vida y disfrutar a la vez. Y dos, el miedo al fracaso.
Pero:
Lo que quieres es posible. No es fácil, aunque tampoco lo es una vida que no se ama. La mayoría cree que su sueño no puede convertirse en “un trabajo de verdad”. Para ellos, es más real manejar el desencanto que comprometerse en un gran proyecto personal.
Y:
Lo que para ellos es un hobbie para otros es una profesión bien remunerada. Y en algunos casos, excelentemente remunerada. Yo era de los que pensaban que un escritor no podría ganar nunca dinero. Me equivoqué. No me refiero a una carrera centrada en la poesía haiku. Digamos más bien en una temática más pragmática.
Aun así, la lista de excusas es larga:
      No tengo alternativa
      No puedo darme el lujo de elegir
      Esto es lo que hay
      Tengo que  sostener a mi familia
      Tengo una hipoteca que pagar
      Lo seguro es lo seguro
      Ya soy viejo  para volver a empezar
      No sé cómo hacerlo
      Arriesgarse es muy  peligroso
      No tengo la formación adecuada
      Es una auténtica locura
      Las cosas están muy mal
      Los sueños,  solo son sueños
Etcétera. No importa el tamaño ni la forma de la pesadilla, lo que cuenta es que siempre hay alternativa.
Las personas que se dedican a lo que no aman suelen quejarse de un “exceso de trabajo”. Por supuesto, ¡Nadie se quejaría de aquello que ama! Al final de sus jornadas, están agotados porque entregan su energía a algo que no la repone.
Dicho de otro modo, nadie se sentirá suficientemente recompensado por lo que en realidad no quiere. Y no importa cuál sea el tamaño de la recompensa. Podrá consolar pero no hacer feliz, son cosas muy distintas. A menudo, premios de consolación salen muy caros. Unas veces, las recompensas atan más aún. Otras, son promesas que raramente se cumplen. Y las más veces, intentonas de poner precio a lo que no lo tiene: el tiempo. Mi filosofía es:
El tiempo es vida; y resulta indigno vender al mejor postor lo que nos ha sido regalado.

El orador motivacional Zig Ziglar nos recuerda: “El queso gratis siempre está en una ratonera”. Y así es. Ni es fácil. Ni es gratis. Pero sí vale la pena. Abandona cualquier creencia que te conduzca a pensar que es posible conseguir algo valioso a cambio de nada.