– La autoestima está de moda. Todo el mundo habla de amarse a uno mismo, de que tenemos que amarnos primero para poder amar a otros, de que la autoestima es el pilar del desarrollo humano. Sin embargo, si me queda claro, no nos conocemos, así que, no podemos amamos. ¿Estoy en lo correcto?
– Sería más acertado decir que hay que dejar de odiarse. La mayoría de la gente no sólo no se ama sino que se odia.
– Siempre estamos juzgándonos y criticándonos, tratando de cambiar, de mejorar, de ser diferente.
– El primer paso del desarrollo humano no es la autoestima, es la aceptación.
– Y ¿por qué es tan difícil aceptamos?
– No puedes aceptarte porque tienes una imagen falsa de ti mismo y no te das cuenta que esa imagen ideal de “la que deberías ser” también te ha sido impuesta por otros. Por eso siempre te críticas, por eso siempre te juzgas, por eso no te respetas. Buscas desesperado superarte, ser mejor, sin darte cuenta de que es una absoluta estupidez. No puedes superarte, ni necesitas hacerlo. No puedes ser mejor, ni necesitas serlo.
– Es como siempre estar en contra de uno mismo.
– Eso, desde que naciste te han puesto en contra de ti mismo y te han enseñado a alejarte de tu ser a buscar lo que necesitas en el lugar equivocado.
– Pero… ¿quién? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué? – pregunté entre molesto, sarcástico y realmente intrigado- Suena como una conspiración.
– ¿Quién? Tus padres, tus maestros, tus líderes religiosos y políticos.
¿Cómo? Haciéndote creer que estás incompleto. Que necesitas perfeccionarte, que hay algo Malen ti, en tu naturaleza, en tu sexo. Haciéndote creer que tienes que llegar a ser alguien en la vida, que tienes que lograr grandes cosas, que tienes que comprar lo que te venden,
¿Por qué? Por ignorancia, por inercia, por inconsciencia.
¿Para qué? Para mantener el estado de las cosas a como dé lugar
Y no- dijo por fin– no es una conspiración porque ellos mismos son parte del proceso.
– ¿Uffff? Espera un momento, es demasiada información para mídame uno de esos ejemplos claros que acostumbras.
– Muy bien, aquí esta:
Un nene llega a este mundo siendo perfecto, absolutamente perfecto. Lleno de posibilidades, dones, virtudes y belleza.
Sus padres, quienes quieren que sea una “buena persona”, le empiezan a educar, lo que en esta sociedad, quiere decir: condicionar, comparar, reprimir, manipular.
Le hacen ver que tiene quesera “compartido”, es decir, que tiene que prestar sus cosas aunque no quiera hacerlo, le hacen ver que tiene que ser “bueno”, es decir, que tiene que poner los intereses de los otros antes que los suyos; le hacen ver que tiene que ser “humilde”, es decir, que no debe sentirse ni hablar bien de él mismo.
Con las mejores intenciones le dicen que si quiere ser alguien en la vida tiene que estudiar y triunfar. El niño deduce: “Si tengo que llegar a ser alguien, es que ahora mismo no soy nadie en lo absoluto”.
– No puede ser tan malo. Lo pones como si fuera un campo de concentración.
– Te voy a recordar algunas de las frases con las que se creó tu personalidad:
“Eres un inútil”, “eres un bueno para nada”, “nunca lograrás nada en la vida”, “¿por qué no eres como tu hermano que es estudioso?”, “algo debo estar pagando para tener un hijo como tú”, “¿eres tonto o qué?”, “déjate ahí, te vas a quedar idiota”, “esta es mi casa y si no te gusta lárgate”, “porque soy tu madre, por eso”…
– Está bien, está bien, admito que fue bastante violento…
– Así fuimos educados: Con amor condicionado, sarcasmo, amenazas, críticas, advertencias y profecías de fracaso.
– ¿Profecías de fracaso? ¿Cómo está eso?
– Tus padres te repitieron “para motivarte” que nunca lograrías nada en la vida, que así no llegarías a ninguna parte, que eras un bueno para nada; todo eso es lo que se espera de ti. Esas son sus expectativas.
– ¡Vaya forma de motivarme!
– Imagina por un momento que te empieza a ir bien en la vida y empiezas a lograr tus objetivos. En tu mente inconsciente suena una alarma que dice “Alto, ¡estás haciendo quedar mal a tus padres! Los estás haciendo quedar como mentirosos.”
– Y supongo que si tus padres no lograron nada en la vida, sientes también culpa por superarlos. ¿Verdad?
– Claro, incluso detrás de tu propio nombre hay un montón de expectativas ocultas. Si te llamarón como tu abuelo o como tú mama, es que esperaban que fueras como ellos.
– Mi abuelo fue un borracho empedernido.
– Sigo con mi ejemplo.
Al llegar a la adolescencia, esta persona ya tiene una imagen de sí misma deformada y disminuida. Su belleza original ha sido cubierta con inseguridades, sus capacidades están ya cubiertas con traumas y complejos. El amor propio, natural en todos los bebés, ha sido transformado en aún-desprecio, en lo certeza de que tiene que “luchar” por ser alguien importante, que tiene que demostrarle al mundo su valía, que tiene que pelear para salir adelante.
– Hablas de casos especiales, en los que los padres no hacen un buen trabajo…
– ¡Hablo de todos nosotros! -Nuestros pobres padres nos transmitieron sus miedos, sus inseguridades, sus expectativas, sus conceptos equivocados de la vida. Cargaron en nosotros sus sueños fallidos, sus rencores, sus creencias limitantes.
– No tenían opción. No eran conscientes de lo que hacían.
– Así es… ¿puedo seguir con mi ejemplo?
– Sique por favor.
– Nuestro amiguito asiste al catecismo, sintiéndose ya mal acerca de sí mismo, cargando un costal de conceptos equivocados de él y de la vida y ¿Qué es lo que aprende ahí? Que nació manchado por el pecado original: un pecado que él no cometió
Que polvo es y en polvo se convertirá.
Que es un pecador.
¿Qué su sexualidad y la energía que te mueve es sucia y pecaminosa?
Que nada bueno puede salir del hombre.
Que tiene que ser salvado de él mismo.
Aprende que alguien murió por su culpa, por su culpa por su gran culpa.
Lo llenan de miedos sobre el infierno y sus motivos para ser bueno están después de la muerte, en el paraíso.
Le dan un montón de reglas que él no eligió, que no salieron de su consciencia o de su corazón. Las sigue por miedo, porque alguien le dijo.
– Espera, dame un momento. Cuando hablas así de conceptos religiosos siento mucho miedo.
– ¡Claro que sientes miedo! Eso es parte de la forma en que fuiste programado, se te inculcó un miedo terrible a cuestionar las creencias religiosas. ¡Te dijeron que eso también es pecado!
– ¿Y no es pecado?
– ¿Tu qué crees?
– No sé, me siento…
– Sigamos.
Digamos que nuestro héroe llega a ser un adulto común y corriente, es decir: inseguro de sí mismo, común concepto deplorable, reprimido en su sexualidad y su alegría por vivir y lleno de miedos y dudas. En estas condiciones busca desesperado, algo que le haga sentir bien, que le haga sentir valioso, digno de ser amado.
– No, no, no. Eso lo creo de mí, que siempre me sentí tan mal. De otros que es claro que tienen traumas en su infancia pero ¿¿¿de todos???
– Todos se sienten así, mi amor, todos.
– ¿Mi hermano, que es todo un triunfador?
– Tu hermano también. Los que aparentan no sentirse así están compensando, es decir, que calman su angustia con algo que es socialmente aceptado. ¿Por qué crees que tu hermano trabaja dieciséis horas diarias seis días a la semana?¿Porque se siente feliz con lo que él es?
– No, supongo que no.
– Su trabajo es lo que le da un efímero sentimiento de valía.
– ¿Me llamaste “mi amor”?
– ¿Seguimos?
– Mhhhjhhh.
– Esta necesidad tan grande de aceptación, de reconocimiento, de amar. Es aprovechada por otros:
¿Qué es lo que te hará sentir bien acerca de ti mismo? El automóvil que yo vendo.
¿Qué es la que te hará sentir hermoso? La ropa, los perfumes y los accesorios que yo te ofrezco.
¿Te abruma sentirte reprimido todo el tiempo? Yo tenga la solución: Bacardí, Corona, Johnny Walker.
¿Te sientes rechazado? Mi tarjeta de crédito es “la llave del mundo”.
¿Quieres ser alguien en la vida? Cursos de computación, de inglés.
¿Atrapado? Ven al mundo Marlboro.
– ¿Y nadie se da cuenta de la manipulación?
– Están tan acostumbrados que ya no notan la falta de respeto y el insulto a su inteligencia, están tan idiotizados que se lo tragan todo.
– Claro que no. No puede ser.
– Basta ver la televisión un rato para saber que tengo razón. Todo lo que te venden está relacionado con tus sentimientos de baja autoestima y tu necesidad de amor.
– Me niego a creerlo todavía.
– Puedes negarlo todo lo que quieras pero, estás muerto de hambre… hambre de reconocimiento, de aceptación, de amor. Vas por la vida haciendo circo, maroma y te otro sólo para conseguir que otros te vean, te reconozcan, te admiren, te respeten, te quieran. Buscas en otros algo que no pueden darte porque no lo tienen ellos mismos y, si de pura casualidad, alguien es capaz de dártelo, no puedes recibirlo. No te sientes merecedor, no te sientes digno de ser amado, respetado, reconocido.