– Te voy a explicar algo muy importante – dijo mi guía con seriedad- . Es también complicado así que quiero que pongas atención.
– Otra de las causas de los conflictos humanos y la razón principal de su sufrimiento es el hecho de que vive en su mente. Él cree que es su mente.
Así como se identificó con su personalidad y se relaciona con otros sólo a través de una máscara, viviendo siempre en el “como si”; así mismo, vive en su mente y vivir así, es no vivir en lo absoluto.
– Espera un momento. Si no soy mi mente, ni mi personalidad entonces ¿quién soy?
– No eres tu nombre, ni tu historia, ni tu personalidad, ni tus gustos, ni tus expectativas, ni tus deseos, ni tus recuerdos, ni la voz que escuchas en tu cabeza, ni la suma de tus experiencias.
No eres tus emociones, ni tus sentimientos, ni tus temores, ni tus traumas. No eres ni tu mente, ni tu cuerpo, ni tu ego.
– ¿Entonces? No soy nada.
Eres lo que mantiene todo eso junto. Eres el agente que unificó todos esos elementos. Tú eres el observador.
– No pues, ya me perdí.
– Mira, tu mente es sólo una herramienta. Un mecanismo maravilloso capaz de solucionar miles de problemas, acumular millones de datos, planear para el futuro y capaz de procesar cantidades increíbles de información. Un verdadero milagro…
– Sin embargo, si el hombre cree que él es su mente, llena su vida de problemas, se resta toda posibilidad de ser espontáneo y sufre irremediablemente.
– Responde también ciegamente a ella.
– Así es, como si el sirviente se hubiera vuelto el amo y el amo hiciera todo lo que le ordena el sirviente.
Por otro lado, tu mente está llena de limitaciones:
Tu mente no puede vivir en el presente; salta siempre entre un pasado y un futuro, creados por ella misma. Tu mente está programada para comparar la información que recibe con la que tiene almacenada. Así que, cuando tratas de admirar el hermoso amanecer que se te presenta, de inmediato lo comparas, “el de ayer era más hermoso.” De inmediato quieres arreglarlo, “podría ser más anaranjado. “
– Y lo hace de forma automática. Sin que nosotros intervengamos en el proceso.
– Así es, La mente es incapaz de experimentar la realidad. La mente interpreta, asume, supone, deduce, compara. La mente está siempre influenciada por lo que “debería ser” por lo que “tiene que ser”, por lo que “quiere que sea”, nunca por lo que es.
– Y ¿Cómo es que eso nos hace sufrir?
– Tu mente no puede darse cuenta de que la realidad presente es la única que existe. Por eso sufres tanto, porque imaginas que la realidad puede ser de otra manera porque la realidad no se ajusta a esa imagen que ha creado tu mente.
El sufrimiento no es otra cosa que no aceptar lo que es.
– ¿Otro ejemplo por favor?
Imagina una persona que por alguna circunstancia está perdiendo la vista. Su mente le dice: “¿Cómo es posible? ¿Por qué a mí? Algo debe poder hacerse… Esto no es justo… Algo debo de estar pagando, etc., etc. “
Mientras esto sucede y debido al diálogo de su mente sufre tremendamente.
El día temido llega y, después del periodo de adaptación, la persona que pierde la vista acepta la realidad y empieza a tomar acciones al respecto. Aceptando la realidad, se acaba el sufrimiento.
– No aceptar lo que sucede es el camino a la frustración.
– La preocupación, la angustia, el rencor, el remordimiento, la culpa y el estrés, no existen en el presente, son emociones creadas por tu mente usando sucesos del pasado o imaginando eventos en el futuro.
– Pero es casi imposible evitarlos.
– Claro porque la mente, el esclavo, te da órdenes a ti, que eres el amo. Y como no sabes que te robó tu lugar, respondes al pie de la letra.
– Pero entonces ¿Aceptamos todo lo que pasa sin hacer nada?
– ¡No! La aceptación no es resignación. La aceptación es dejar de pelearse con la vida.
– Ya voy entendiendo.
– Otra de las grandes limitaciones de tu mente es que detesta el cambio. Tu mente no quiere que nada cambie. Es por eso que las situaciones de tu vida y tus relaciones parecen repetirse una y otra vez.
-Y ¿no es la vida misma la que se repite?
– ¡No! ¡Eso es lo que te hace creer tu mente! La vida es infinitamente creativa, las situaciones nunca se repiten, cada encuentro es diferente, cada día está lleno de nuevas posibilidades. Tu mente repite una y otra vez las mismas actitudes, toma las mismas decisiones y repite las mismas situaciones.
-Le encanta la rutina.
-Le gusta la seguridad de lo viejo. Su lema es “más vale malo por conocido que bueno por conocer”. Por lo tanto hace lo que sea para repetir los mismos resultados una y otra vez.
-Aunque no te sientas satisfecho.
Así es, a la mente solo le importa sobrevivir. Mantener el estado de las cosas, el cambio le aterra, evita lo desconocido a toda costa, ¡es una cobarde!
-Y aburrida, rumiando siempre los mismos pensamientos, los mismos problemas, repitiendo las experiencias una y otra vez. Leí hace tiempo que lo único constante en la vida es el cambio.
– ¿Ves ahora el inconveniente de creer que eres tu mente?
– Claro. Esa es una vida muy limitada. Es como estar atrapado en un cuarto pequeño y observar la vida por un agujerito.
– ¡Muy bien! La mente está limitada por tu personalidad, por tus miedos, por tus traumas. Por el ego, por ese conjunto de atributos con los que te describes. Sin embargo, tu esencia, el observador no tiene límites.
– Dijiste que en mi esencia está mi conexión con lo divino. Háblame más de eso.
– Imagina que dibujas un círculo y marcas el centro con un punto. Ese es tu ser.
En el perímetro, en la circunferencia, se encuentra tu mente y todo lo que la forma: tu personalidad, tu ego, tu máscara: todo lo que crees que eres.
Ahí es en donde vives ahora.
En el centro de este círculo se encuentra tu consciencia, tu esencia, el observador, tu buda: Lo que realmente eres.
Ahí vivías cuando eras un niño.
– Hasta que me llené de toda la basura que me dio la sociedad, de mis condicionamientos.
– Exacto. La circunferencia es muy frágil, es sólo un montón de costumbres, de ideas, de creencias. Pero, como te identificaste con ella, como vives ahí, inviertes toda tu energía de tu vida en defenderla, en pulirla, en mejorarla.
En la circunferencia está tu dialogo interno, la vocecita molesta que siempre escuchas en tu cabeza; que te preocupa, te angustia, te trae como loco.
Ahí están todos esas cosas que crees que necesitas, todos esos juegos neuróticos con los que te relacionas con otros.
En lo superficial siempre estás, o recordando y comparando o imaginando y previniendo. En el pasado y en el futuro.
– ¿Y en el centro?
– ¡Ah, en el centro! En el centro hay un profundo silencio. En el centro está tu observador; tu emperador, el que nada necesita.
En el centro se está en el aquí y en el ahora, no hay problema alguno.
En tu esencia no hay nada que defender, ni explicar, ni justificar. Nada por que luchar, nada que probar… sólo paz.
– ¿Y lo divino? – le interrumpí curioso.
– ¡Ah, lo divino!…
– ¡Dime algo de lo divino! – le pedí ansioso al ver que no obtenía respuestas.
– De eso no puede hablarse, no tiene caso siquiera intentarlo. Lo divino has de sentirlo por ti mismo.