– Pero entonces ¿Qué le queda por hacer al hombre?
– ¿A qué te refieres?
– Si no vive para trabajar, si deja de perseguir la zanahoria de la riqueza, si entiende que los logros sólo esconden su angustia, si reconoce que la religión es la respuesta de alguien más, si admite que el prestigio social y el reconocimiento de otros son aspirinas para el dolor de su alma y para su soledad… entonces, ¿cuál es el sentido de la vida?
– ¡Aja! Llegaste a un punto importantísimo, crucial para alguien que quiere dejar de ser un esclavo: Sin todas las respuestas predigeridas que nos han dado desde la infancia, sin todo lo que se supone que “debemos” hacer… ¿Cuál es el significado de la vida?
– ¿Cuál es?
– Espera, estás adelantándote. Antes de esa pregunta hay otra más importante:
Si quitas todo lo que te dijeron que eres y te das cuenta de que no eres tu nacionalidad, tu religión, tus creencias, tus costumbres. Si no hay una forma en la que “debas” comportarte y si no hay nadie a quien seguir…
– Entonces – le interrumpí- ¡¿Quién soy yo!? ¿A dónde voy? ¿Qué hago aquí?
– Hasta que estas preguntas no surgen en tu corazón y, mientras aceptes sin más las explicaciones que te dieron, no eres más que un monigote, un títere, un engrane, una pieza de ajedrez, una cosa, un esclavo…
– ¡Ya! ¡Es suficiente!
Esas preguntas ya habían surgido en mí cuando era un adolescente, Me rebelé un rato y después entré en el jueguito de nuevo.
– Todos los jóvenes sanos tienen que rebelarse. A través de ellos la vida dice: “Esto está mal, todos ustedes están equivocados, esta sociedad es una mierda.” Es una lástima que, al rebelarse, caigan en las trampas que la misma sociedad les ha tendido para traerlos de regreso a la noria.
– ¿Cuáles trampas?
– El alcohol y las drogas. Sus ansias de rebelión son aprovechadas también por los publicistas que les venden el estereotipo del rebelde. Y su enojo contra la sociedad es usado en su contra. Quieren ser diferentes siendo iguales a todos los que quieren ser diferentes.
– Y una vez idiotizados con el alcohol, el cigarro, las tachas, la moda, es fácil volverlos a amarrar al molino.
– Si tan solo supieran que rebelarse realmente es no seguirle el juego a la sociedad. Dejar de darle dinero a los dueños de la Marlboro, dejar de consumir Bacardí, dejar de copiar a los norteamericanos con modas que ni les quedan. Dejar de lastimarse y ganar respeto por ellos mismos. ¡Eso sí sería una rebelión!, ¡eso si los haría diferentes!
– Bueno y entonces ¿Cuál es el significado de la vida?
– La vida, mi rey, no tiene sentido en sí misma. Tú tienes oportunidad y la gran responsabilidad de darle el sentido que tú decidas.
– ¿Y si decido ser un borrachín, un vago o un padrote?
– Está perfecto, no tiene la menor importancia porque de todos modos estarás aquí un momentito nada más.
Tu vida es sólo importante para ti mismo, para nadie más. Lo interesante es que decidas, que tu vida no sea una cadena de reacciones sino una cadena de acciones. Que tú seas el que decide tu camino, no el dueño de la cervecería modelo, ni un maldito narcotraficante, ni un sacerdote que no sabe nada de la vida porque vive escondiéndose en su religión, o un desgraciado publicista que hace rico a otros haciéndote sentir mal acerca de ti mismo. ¿Entiendes?
– Entiendo perfecto. Dejar de ser manipulado.
– Así es. Además, te diré que hay unos caminos que llevan a la enfermedad, a la avaricia, a la indiferencia. Hay acciones que te llevarán irremediablemente al sufrimiento, al maltrato de tus seres amados, a perder el respeto por ti mismo.
Esto no es cuestión de bueno o malo, ni trato de decirte qué debes hacer, es cuestión de lógica.
– Pero hay muchos otros caminos.
– ¡Muchos otros! Si la gente dejara de dar vueltas en la noria, si sacaran un poquito la cabeza por arriba del hormiguero en el que viven; podrían ver un montón de caminos que llevan al verdadero… gozo, a disfrutar enormemente, a relaciones más armónicas, al amor, al éxtasis.
– ¿Cómo qué? – le pregunte intrigado.
– No te voy a decir, tú tendrías que averiguarlo por ti mismo.
– Carajo.
– ¿Preguntabas qué le queda por hacer al hombre sin todas las zanahorias que le ponen enfrente? ¿Qué tal averiguar quién es? ¿Qué tal recuperar su libertad? ¿Qué tal buscar la verdad? ¿Aprender a amar? ¿Hacerse responsable de su propia vida?
– Pa’ empezar, pero… debe de haber algo que te ayude en la búsqueda.
– Hay un montón de caminos que te llevan para allá. Caminos que tienen cinco mil años o más caminos que han seguido y siguen miles de buscadores.
– ¿Y me los piensas decir?
– Con gusto… En su momento.
– ¡¿Qué?! ¿Otra zanahoria más?
– Sí pero… ¡una zanahoria espiritual! Ja, ja, ja…