Recuerdo aquel día, que iba a dar un seminario a un pueblito de Guanajuato.
Salí con todo entusiasmo de mi casa, pensando en hacer mi trabajo con todo  profesionalismo, me habían contratado de la presidencia municipal para impartirlo a un grupo de profesores de la localidad.
La mañana era oscura y fresca, pero agradable, conforme más me acercaba, más crecía mi entusiasmo, porque pensaba que iba a conocer ese pueblito, que en otro tiempo mi abuelo paterno me mencionó incontables veces, como un lugar productor de cacahuates.
Unos cuantos kilómetros antes de llegar, el sol comenzaba a salir tras la montaña, hicimos un alto para bajarnos del auto y respirar el aire fresco de la mañana. La carretera, momentos antes estaba solitaria, pero en ese momento al continuar la marcha, nos percatamos que pasaban los coches a toda prisa y a lo lejos podíamos ver una fila de vehículos que subían un cerrito, inclusive pensamos que tal vez se trataba de un encuentro de fútbol, no sabíamos que se dirigían precisamente al mismo lugar que nosotros, nunca me imaginé que toda esa gente se apresuraba a llegar para escucharme.
Cuando llegamos, no podía creer lo que mis ojos veían, el lugar estaba repleto, y todavía había quienes  se  apretujaban por entrar, era un espacio para 450 personas y habían entrado casi 600, me pare sobre el tapanco, que con anterioridad habían preparado; en ese momento, me di cuenta que estaba viviendo mi sueño.
Ese sueño que viví en un lugar de Querétaro en el auditorio de un colegio muy prestigiado. Cómo recuerdo ese Domingo por la mañana en que nos reunimos cerca de 900 personas  para asistir al seminario mensual que organizaba una asociación de líderes.
El orador motivaba a todos los presentes a hacer crecer sus negocios de multinivel, pero a mí no me interesaba el rollo de las bondades de los productos y mucho menos los grandes sueños  de los súper autos, los lujosos departamentos, las exóticas vacaciones y todas esas cosas del glamur, yo sólo me imaginaba en un auditorio como aquel, donde yo fuera el orador y pudiera  decirles a todos los asistentes lo maravilloso que somos.
Así pasaron algunos seminarios iguales, los cuales nutrían cada vez más mi sueño.
Ahora me encontraba  como hechizado en ese lugar.
Al ver a toda esa gente sonriente, curiosa y expectante, tuve la sensación de saber sin duda alguna,  que tenía la información, las estrategias, la filosofía, las habilidades y las herramientas, capaces de ayudar a otras personas para hacer los cambios personales  que tanto deseaban.
Me vinieron imágenes simultáneas a mi mente y recordé  parte de mi vida pasada:
¿Era acaso el mismo tipo que hacía apenas seis años atrás luchaba frustrado, resentido, sintiéndome sólo, incapaz de conseguir que mi vida funcionara?  … ¿Gordo, alcohólico, en total bancarrota, con un vacío existencial inmenso y sin esperanzas?
¡Por supuesto que no!
 También recordé el día que mi vida cambió, era Domingo por cierto. Camina tomado de la mano con mis dos pequeños hijos por una de las calles más céntricas de mi pueblito natal, cuando la avidez de mi niña por un elote, me hizo acercarme al vendedor para preguntarle el precio,  me di cuenta que no tenía en el bolsillo los tres pesos que costaba, sentí una gran impotencia al saber que mis hijos se quedarían con el deseo, tenía ganas de correr, de gritar, de llorar, de desaparecer.
 Sentí una gran impotencia, coraje o una mezcla de ambos, mientras mis niños gritaban y lloraban resistiéndose a caminar, señalándome a otros niños que disfrutaban con sus padres de su antojo, mientras… yo los  jalaba de la mano, caminando como si nada pasara. Más adelante, hice un alto, guarde el aliento y sentí como rodaron por mis mejillas dos  lagrimas calientes  que por su peso y volumen, llegaron hasta el piso.
 Guarde el aliento y exclamé en silencio:
¡Bendito seas dolor intenso que hiciste salir de mi, la casta de un hombre capaz!
Exclamé con una gran fuerza interior que tensaba todo mi cuerpo y ahogaba mi pecho:
 “Nunca más tendrán un padre mediocre hijos, sé que soy mucho más de lo que demostrado ser en mi vida, tanto mental, como emocional y físicamente”
En ese momento, tomé una decisión comprometida que cambiaría mi existencia para siempre.
Decidí cambiar cada aspecto de mi vida. Jamás me conformaría con menos de lo que pudiera ser para mí.
 Nunca me imaginé que aquella decisión, me llevaría a un momento como el  que estaba viviendo en aquel auditorio de La Gran Fraternidad Universal de Tarimoro, Gto, con tantas personas… sus caritas ávidas de conocimiento y el brillo de sus ojos curiosos me decían:
 ¡Comienza ya!
Yo no sé qué te mueve a ti en tu búsqueda, lo único que sí sé es que,  el estar leyendo este libro o escuchando el CD, te hace diferente a las demás personas, creo que algo nuevo quieres para tu vida.
Tal vez te esté pasando lo mismo que a mí en ese tiempo, que estés luchando por liberarte de las ataduras anacrónicas de la mediocridad y del conformismo o quizás has descubierto tu propio valor, que mereces mucho más de lo que hoy tienes, que no hay por qué enfrentar un intenso dolor para que hagas los cambios que tu vida merece.
¡El cambio es ahora!  ¡Sólo te cuesta una poderosa decisión!
¿Cuáles son todas esas cosas de tu vida que no estás dispuesto a seguir soportando?
¿Qué te impide hacer esos cambios que tanto has deseado?
Lo más probable es que estés pensando que nada, pero yo te invitaría que descubrirás esas limitaciones y que a la vez, derrotes esa flojera para pensar,
Durante mucho tiempo de mi vida, viví equivocado pensando que mi vida podría cambiar de un momento a otro, pero sin hacer nada de mi parte, creyendo que sólo con desearlo, algún milagro o golpe de suerte me harían más rico y  feliz, que si yo iba al templo y le pedía de rodillas al santo de mi devoción que me ayudara a resolver mis problemas económicos y familiares él me haría el milagro.
Imagínate que tan perdido andaba que hasta fui a que me leyeran las cartas, el tarot, etc., ya sabes todos esos rollos y llegue a creer  que estaba hechizado  y temeroso busqué la ayuda de los brujos, que sólo me engañaban porque todo seguía igual, o en ocasiones hasta peor.
 ¡Qué gran equivocación…  no me daba cuenta que todo era mi actitud!
Tal vez te esté pasando lo mismo, pero  te diré: ¡nada cambia en tu vida, si no empiezas por cambiar tú!
Si no está satisfecho con los resultados que hasta el día de hoy tienes, pues entonces cambia y tendrás resultados diferentes.
Los resultados de tu vida se dan en función de tus cambios internos. Es decir, lo primero que tendrás que cambiar son tus creencias acerca del mundo que te rodea y muy especialmente las creencias que tienes acerca de ti mismo, quitando todas esas barreras que te limitan para ser un triunfador.
Tú naciste siendo un campeón, sin embargo te han programado para ser un perdedor, porque así son la mayoría de las personas, pero tampoco son culpables, porque no han tenido, o no se han querido dar la oportunidad de prepararse para ser personas excepcionales, seres extraordinarios, porque le tienen miedo al éxito y quizá más miedo al fracaso y viven toda su vida en él.
Tú y yo nacimos de un acto de amor nuestros padres donde se vieron involucrados millones de genes luchando por ser ellos, querían ser los afortunados en nacer, y no fueron ellos porque tú les ganaste la carrera, y fuiste tú, fuiste tú, ¡Tú fuiste el campeón, tú fuiste el ganador!
Sin embargo,  en el medio ambiente en que naciste y creciste se han encargado de hacerte mediocre, diciéndote que tú no puedes, que tú no puedes, que tú no puedes y llega el momento en que tú mismo crees que no puedes.
De esta manera,  queda instalada en tu cerebro la creencia de que tú no puedes,  limitado así todo tu potencial.
Naciste siendo una majestuosa águila de visión clara y poderosa, de enorme garra e inaudita fortaleza y te han convertido en una vulgar gallina, en ocasiones sin voluntad propia.
Otra u otras personas marcan el rumbo de tu vida.

Tienes que creer que tú eres único e irrepetible, jamás ha habido ni habrá un ser humano como tú en el ir y venir de los años, de todos los tiempos, de la eternidad, por los siglos de los siglos, has nacido para triunfar, has nacido para ser feliz, para ser sano,  para amar y ser amado  y Dios no se equivocó contigo porque  eres su imagen y semejanza.