Todo lo anterior, ha sido para mí una extraordinaria experiencia y a la vez una herramienta muy poderosa que me ha permitido avanzar con paso firme en mis aspiraciones. De una cosa estoy seguro, que si ha sido posible para mí, también puede serlo para ti, sin importar sexo, raza, edad, credo, posición social o económica, nada de eso es importante, lo fundamental es que lo apliques y también que quieras con el corazón lograr tus sueños.
La historia está llena ejemplos de personas que han hecho realidad sus sueños, a pesar de las peores adversidades y carencias, sus secretos han sido creer que es posible para ellos, tener un motivo poderoso que los haga desearlo, la constancia y pagar el precio que la vida impone.
Si sigues ese modelo y además, logras creer que tú puedes, que tú lo mereces y finalmente pones las acciones, ten por seguro, que algo maravillo va a pasar en tu vida.
Posiblemente estas palabras te resulten o parezcan cursis porque no estás acostumbrado comunícate contigo mismo de esa manera, lo más probable es que pienses, que si hablas contigo mismo, es porque estás loco porque así nos enseñaron a pensar desde niños; solo quiero decirte, que “lo semejante atrae lo semejante”, como le hablamos a nuestro cerebro, así viene la respuesta. Analicemos entonces cómo funciona nuestra mente y por qué es tan importante el saber comunicarnos con ella.
Se ha comprobado que tenemos dos mentes, la mente consciente y la mente inconsciente.
La mente consciente es sólo 5% de nuestra reserva mental y su función es controlar los cinco sentidos, sí… esos que nos enseñaron la escuela, no sé si los recuerdes, esos que recitábamos: ver, oír, oler, tocar y gustar, esto es… el vivir dándonos cuenta, el estar atentos.
La mente inconsciente es el 95% de todo lo que hacemos y se maneja igualito que una computadora, es literal, no tiene poder analítico, ni tampoco tiene sentido del humor.
¿Por qué es literal? ES LITERAL porque todos los mensajes que le mandas a través de tus pensamientos o palabras, los recibe al pie de la letra y así los ejecuta. De tal manera que, si tú te levantas en la mañana con pensamientos de flojera, pobreza, enfermedad, mala suerte, o de desgracia, ¡Así va ser tu día!… porque tu inconsciente, se va a orientar precisamente a eso que tú estás pensando, él se va a encargar de que logres eso que estás atrayendo con tu pensamiento. Esto tú lo puedes comprobar cuando quieras, solamente piensa:
¿Por qué algunas veces te va de maravilla y otras veces no?… ahora…
¿Por qué no tiene poder analítico? Porque tu mente inconsciente NO ANALIZA, no sabe si es bueno o es malo aquello que estás pensando ¡Simplemente lo ejecuta!
Imagínate que la mente inconsciente tuviera poder analítico entonces… ¿Qué le hubiera dicho al tristemente célebre secuestrador apodado “El mocha orejas”?
…“Mocha orejas: es muy malo que moches tantas orejas, ya nomás córtales las uñas”… ¡Pues fíjate que no!… simple y sencillamente su mente ejecutaba las ordenes de sus pensamientos… ¡La mente inconsciente no tiene poder analítico!
La mente inconsciente NO TIENE SENTIDO DEL HUMOR, es decir, no sabe si es de chiste o si es en serio lo que estás pensando, simplemente tu mente ejecuta tus pensamientos, en otras palabras… si tu alguna vez te has dicho: “que idiota soy, pero nada más lo dije de broma, es pura vacilada”…
¡Pues fíjate que no!… ¡Tu mente inconsciente no sabe, simplemente lo ejecuta!… y así vas a andar, así vas a pensar, así vas a trabajar, así te vas a relacionar como eso que tú dices o piensas que eres.
La mente inconsciente NO CAPTURA LA PALABRA NO. Dicha palabra es una abstracción que el inconsciente no codifica. Fíjate bien: “No pienses en un payaso” ¿Qué pasó? “No pienses en un elefante” ¿Qué pasó? Fue lo primero que pensaste. Imagínate cuando le dices a tu hijos “No corras” ¿Qué pasa? ¡Corre! Y cuando le dices: “No digas mentiras”… ¿Qué es lo primero que hace? Cuando tú dices o piensas: “ya No quiero estar gordo” ¿Qué orden ejecuta tu inconsciente?
Si quieres evitar el NO cuando das una orden, sustitúyelo por la palabra evita. Por ejemplo, “evita decir mentiras” o pídelo en positivo, por ejemplo: “habla con la verdad” “evita correr”.
Para la mente inconsciente LO MISMO ES PENSAR QUE HACER. La mente no sabe si realmente está sucediendo o solo lo estás pensando. Por ejemplo: imagina que vas a disfrutar de una rica ensalada de jícama y pepino con mucho limón. Imagina el olor y el sabor mientras estás partiendo el limón y fíjate lo que pasa en tu boca en este instante. Comenzaste a salivar o como dicen, se te hizo agua la boca. Pues claro, porque tu mente inconsciente no sabe si la ensalada y el limón son reales o solo lo estás pensando.
Lo anterior nos permite darnos cuenta del poder del pensamiento y que cuando aprendes a manejar estas cinco propiedades de tu mente inconsciente eres más eficaz en tu comunicación.
Acuérdate que los pensamientos son cosas, nosotros las materializamos con nuestras acciones:
¡Todo lo que puedes pensar lo puedes materializar!
Esto lo has hecho siempre, solo que tal vez no te habías dado cuenta, tal vez no te habías fijado. Si tienes un coche, profesión, empresa, negocio, familia, primero lo pensaste y tu mente inconsciente se encargó de materializarlo, entonces…yo te invito tener pensamientos de bondad, amor, prosperidad, salud, riqueza, felicidad, alegría… para que tu vida sea tan rica como tú la mereces, acuérdate siempre:
“Calidad de pensamientos es igual a calidad de vida”
A propósito de lo anterior fíjate que hace algunos días recibí en mi oficina a Jorge, un querido amigo, compañero ejemplar, trabajador, honesto, buen padre y muy congruente.
Gran parte de su vida ha sido un vendedor exitoso, pero también ha sido muy marcado por la adversidad, lo han asaltado varias ocasiones quedando en total bancarrota y se ha vuelto levantar de todas ellas.
Me platicó, que estaba inactivo por el momento porque lo habían vuelto a robar y que ahora le fue peor porque recibió un balazo que lo tuvo al borde de la muerte.
Al preguntarle qué era lo que pensaba cuando salía a trabajar, me dijo que lo primero era encomendarse a Dios que no lo fueran a saltar de nuevo.
Me quedó muy claro, que nosotros atraemos con nuestros pensamientos, todo aquello que tememos o todo aquello que deseamos. Entonces:
¡Cuidado con lo que piensas, porque lo conseguirás!
Casi te puedo asegurar que tú también has tenido alguna experiencia donde has acabado diciendo: “Híjole que mala onda, me lo temía o ¡chin!… siempre me pasa lo mismo”…a eso también le llaman “la profecía cumplida” porque, así como te comunicas contigo mismo, así serán tus resultados:
Si piensas que tu vida es maravillosa… ¡Concedido! … así será tu vida de maravillosa.
Si piensas que tu vida es un valle de lágrimas… ¡Concedido!… así será tu vida, un valle de lágrimas.
Si piensas que tu vida es rica… ¡Concedido!… tu vida será rica.
Si piensas que tu vida es una desgracia… ¡Concedido! Tu vida será una desgracia.
Dicho todo lo anterior ¿Cómo te conviene comunicarte internamente contigo mismo?
Tú y yo ahora mismo, somos el resultado nuestros pensamiento, de nuestra forma de comunicación, de nuestra historia personal, de nuestras creencias, de nuestras acciones.
Cuando hablo en mis seminarios de resultados, me trasportó muchos años atrás, recordando esa parte de mi infancia, marcada por la pobreza y el abandono involuntario de mi padre, que para mí se me hizo una eternidad y una pesada carga de responsabilidad, porque siendo yo un niño de escasos nueve años, tenía que salir a trabajar y conseguir dinero para darle mi mamá, para que nos diera de comer o por lo menos de cenar a siete hijos y ella.
Era un tiempo muy difícil para mi familia, desconozco qué pasó con mi papá, que por más esfuerzos que hacía, todo le iba mal y nada le daba buen resultado, hoy mismo todavía me pregunto qué sucedió en aquel entonces con él, si era un hombre muy joven, fuerte, inteligente, capaz y trabajador.
Un día, ya desesperado por todos los problemas y desaciertos, se fue Estados Unidos indocumentado a buscar trabajo para salir de aquella situación. Creo que también allá le porque no recibíamos su ayuda para sobrevivir como esperábamos.
No me quedaba otra, tuve que salir a trabajar como hijo mayor que era y tuve que hacerla de papá a muy temprana edad.
Pronto me acostumbre a la vida ruda de la calle, enfrentando agresiones, desprecios, humillaciones, sin embargo nunca caí en malos hábitos o costumbres que denigraran mi integridad.
Salía de mi casa con la bendición de mi madre y con la recomendación que hoy todavía me repiquetea en los oídos:
“Que Dios te bendiga hijo, regresa con buenos resultados en la noche, si no… ¿Qué les doy mañana a tus hermanos?
Por supuesto que salía a toda prisa arremangándome los puños de la camisa y pensando en el plan para estar seguro de regresar a mi casa con los tres pesos que en aquel entonces significaban comida para mi familia.
¿Qué hacer primero? … Pensaba en ir al rastro para ayudar a sacrificar a los animales, lavar platos, mesas o pisos en las fondas de que el viejo mercado, hacer mandados de lo que fuera, tirar basura, ayudar a descargar mercancías a los camioneros que llegaban al pueblo, en aquel tiempo tan pequeño, lavar camiones foráneos en la terminal de autobuses; eran muchas las opciones que tenía. Mientras tanto, mi mamá se quedaba lavando o planchando ropa ajena.
¡Era una lucha diaria y sin tregua!
Recuerdo con afecto las buenas intenciones de unos de mis tíos, por supuesto, su intención era ayudarnos, tenían un negocio en el mercado.
Los Sábados y Domingos me mandaban a vender fruta rebanada en una charola, por cierto, muy grande para mi edad, una charola redonda que tenía que llevar en la cabeza, me decía mi tío que parecía tachuela. En ocasiones me llenaban la charola dos o tres veces al día y tenía que vender todo para que me dieran los tres pesos que me pagaban a diario.
Al principio fue difícil, tuve que enfrentarme a los abusivos y sinvergüenzas de mayor estatura que yo; me robaban las rebanadas al pasar sin que, al principio me diera cuenta.
La mayoría de las veces salía perdiendo y ni modo… tenía que pagar lo faltante a la hora de hacer la cuenta.
Ese trabajo mejor lo dejé, no me convenía, no me era productivo.
Sin embargo, recuerdo con mucho cariño a un hombre llamado Don Andrés. Era muy respetado por los comerciantes de aquel mercado donde surtía por mayoreo las frutas de la temporada. Era un hombre de edad avanzada en ese tiempo y aun así no se rajaba al trabajo. Iba dos veces por semana en su camión a Río verde, San Luis Potosí por naranjas para surtir a los comerciantes del mercado.
Me encantaba trabajar con él; para mí los días que me tocaba descargar eran como un día de fiesta, porque nos invitaba sin limitarnos hasta llenar nuestras “panzas aventureras” de carnitas, barbacoa, queso, nopalitos y refrescos.
Era un anciano muy generoso. Era un ejemplo de trabajo y perseverancia para todos nosotros. Lo único que veía viejo de él… era sólo su cuerpo, porque en todo lo demás, parecía un adolescente de piel arrugada y pelo blanco, siempre sonriente, de buen humor y haciendo planes… era un anciano muy joven y muy emprendedor atrapado en un cuerpo viejo.
Un día ya casi oscureciendo, casi habíamos terminado de descargar el camión y después de un breve descanso, me ordenó cuatro veces que llenara el colote más chico de los utilizábamos para entregar las naranjas y que las vaciara en el piso junto a la banqueta, diciéndome que esas naranjas eran para mí, para que en algo le ayudara a mi madre.
¡No lo podía creer, todas esas naranjas eran mías! …hoy pienso que eran alrededor de 300 naranjas para mí solito.
De pronto, no supe qué hacer con ellas, la tentación por devorarlas era mayúscula, pero a la vez, las considere como una oportunidad de ganar dinero si las vendía, pedí unas cajas de madera prestadas y una lona, las tapé muy bien, mientras iba mi casa a pedirle a mi abuelito que me las cuidara. Rápidamente entre a la cocina, bajé la canasta de las tortillas y las vacié, saqué el cuchillo cebollero de mi madre y salí a toda prisa…
¡La meta estaba bien clara en cuestión de segundos!
Era mi primera empresa, no había tiempo que perder, había que vender esas naranjas con chile a toda prisa, a como diera lugar y así fue.
Así fue el resultado de mi primera empresa: fue patrimonio para mis padres y mis hermanos hasta el día de hoy que estás leyendo estas líneas o escuchando mis palabras.
Lo más importante de todo lo anterior, fue lo que aprendí para toda la vida a los 11 años de edad:
¡Los resultados son inevitables!