Hay algo muy curioso que sucede con el bambú chino y que lo trasforma en no apto para impacientes:
Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente y…
¿Qué sucede?
No pasa nada con la semilla durante los primeros cinco años, hasta tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Esta especie de bambú existe en China y requiere mucha paciencia.
Al año de haber sembrado su semilla no existe ninguna señal de germinación. Al segundo año, cuando estás listo para verlo brotar, sigue sin asomar ni un solo tallito. Al tercer año, pasa lo mismo, y empiezas a dudar del lugar de donde lo sembraste y de cómo lo plantaste. En el cuarto año, las esperanzas están bastante perdidas ya que todavía no hay rastro de vida.
Entonces, en el quinto año, cuando has perdido toda esperanza y te has olvidado completamente de él, de un día para otro, aparecen raíces, tallos y ramas que salen como por encanto. En un período de solo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!
¡En tan sólo unas semanas tienes un frondoso bambú lleno de vida y esplendor con una altura que alcanza una casa de dos pisos!.
¿Tardó solo seis semanas crecer?
No. La verdad es que se necesitó cinco años y seis semanas en desarrollarse. Antes tuvo que generar un complejo y profundo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de cinco años.
¿Qué nos muestra esta historia?
Nos muestra el error en el que caen muchas personas cuando tratan de alcanzar triunfos apresurados sin entender que el éxito es el resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar sus metas.
Cuando estés haciendo cosas diferentes y no veas los resultados inmediato, recuerda que eres como el bambú chino cuando menos lo esperes, tendrás los resultados a la vida. ¡Recuerda, mucha paciencia!