La vida no es segura, es peligrosa. Es una aventura misteriosa, y nunca sabernos qué nos va a ocurrir el próximo instante.
El miedo más grande que experimenta el ser pensante es a morir, porque ignoramos hacia dónde nos va a llevar la muerte. Tenemos pavor de perdernos a nosotros mismos, a nuestros cuerpos, a nuestras posesiones afectivas y materiales, y como es natural, no deseamos desapegarnos. No nos damos cuenta de que es la lección más importante que venimos a aprender en la vida.
Olvidamos que somos almas. Dudamos que en realidad lo seamos, porque no es comprobable. Nos negamos a aceptar que nuestro cuerpo es temporal y nos duele mucho que no sea eterno.
Pero también hay muchas personas que tienen mucho miedo de vivir y no se arriesgan. Prefieren vivir en la mediocridad, cuidándose, desconfiando de todo y defendiéndose para no perderse.
El miedo pierde su fuerza cuando se razona cuando entiendes de donde proviene y eres capaz de ponerlo bajo el microscopio de la razón para analizarlo. Entonces, hasta le sonríes cuando caes en cuenta de que era tu forma de protegerte para sobrevivir, que sólo necesitabas razonar para borrarlo de tu memoria.
El miedo es algo natural que te ayuda a sobrevivir. Te frena para que no cometas tonterías; por ejemplo; no te tiras de lo alto de un edificio porque sabes que, como no eres pájaro, no puedes volar y si caes de esa altura vas a morir. Ese miedo que sientes es innato y esencial, pues tienes un objetivo que es ¡vivir!
El miedo a lo desconocido es normal; debes tomar precauciones para protegerte. Pero cuando ya conoces los riesgos y los razonas, trazas tu plan, diseñas estrategias que te protegerán y continúas hacia delante. Así superas ese miedo con inteligencia.
Los miedos que en verdad te esclavizan son los que inventas, los miedos sin razón, por ejemplo: “No me subo al avión porque muchos mueren en accidentes aéreos”, y dejas de viajar y te pierdes del privilegio de conocer otros países, otras personas, otros paisajes, otras costumbres, sólo por temor. ¡Qué tontería! Si lo ves así no te deberías acostar a dormir en una cama, porque es el lugar donde más personas mueren. ¡Qué peligrosas son las camas!
Teniendo miedo es como más desperdicias la energía que necesitas para vivir, y es como te acercas a la muerte que tanto temes. La ira, el enojo, los celos, el rencor, el odio, los deseos de venganza, traen como consecuencia una descarga tremenda de energía, te minan interiormente con explosivos; que al detonarse destruyen parte de ti. Así te enfermas, sufres, .y restas capacidades para poder moverte con seguridad y dignidad en tu vida.
No permitas que te ganen los miedos, éstos te matan poco a poco y cuando llega el día de la muerte te encuentran muerto en vida, pues te has enterrado.
Cúrate de los miedos. Enfréntalos, razónalos y recuerda que el miedo es parte de la muerte, no de la vida. Llénate de amor, para que ese amor se convierta en un escudo que te proteja contra las inclemencias del miedo.