Apropósito dejo el tema de la voluntad hasta el final del libro, para que se quede grabado en tu memoria y comprendas que, sin esta cualidad funcionando al máximo, no podrás lograr lo que te propones.
Para, poder llevar a cabo tu transformación, debes entender cómo opera la energía de la voluntad.
Toda energía o fuerza debe ser controlada y orientada para que produzca resultados benéficos.
La voluntad nace del intelecto y del corazón; debe estar inspirada por una intención noble para que trabaje positivamente.
Debemos ejercer autocontrol, tener el dominio de nuestros pensamientos y sentimientos. Así, nuestros actos serán constructivos.
¿Cómo podemos pretender que las células de nuestro cuerpo obedezcan, si ni siquiera somos capaces de controlar sus más mínimos gestos y comportamientos habituales?
Primero debemos tener conocimiento sobre aquello que deseamos lograr, saber hacia dónde queremos ir y hacia dónde dirigiremos nuestro esfuerzo.
Debemos eliminar la palabra luchar de nuestra mente, porque, al pensar en luchar, ya estamos desperdiciando nuestra energía y, nos cansamos antes de empezar. Cambiémosla por el término esfuerzo consciente, para que la mente actúe con inteligencia.
Observemos: ¿qué es lo que se hace antes de poner a trabajar una máquina? Primero, debemos saber de dónde se arranca y después, dónde está el interruptor para poder pararla. Y es que sin ese conocimiento tan simple, no podemos empezar a trabajar.
Lo mismo ocurre con la voluntad: debemos tener primero información sobre aquello en lo que vamos a poner nuestra atención y esfuerzo para que comience a operar nuestra intención.
La energía de la voluntad arranca con el deseo de; hacer determinada actividad. Debe estar ya entrenada y disciplinada para aplicarla en la dirección correcta. Por eso es tan importante el autoconocimiento y el autocontrol.
A los niños se les debe educar desde muy pequeños con estos parámetros, para que lleguen a ser personas con éxito en todo aquello que emprendan. ¡Por favor, no con el propósito de manipularlos!, sino con la intención amorosa
y respetuosa de educarlos libres, felices y triunfadores en aquello que les gusta hacer y que les causa placer; claro esta, dándoles buen ejemplo como madres y padres.
El entrenamiento de la voluntad comienza al aplicarla en los pequeños detalles. Después, al pensar, sentir y practicar disciplinadamente el poder de la voluntad, se logrará proyectar su fuerza para enfrentar los desafíos de mayor envergadura.
¿Cómo podremos superar una enfermedad, si tenemos puesta constantemente nuestra atención en ella, observando los síntomas y sus consecuencias, en lugar de aplicar la atención en los pensamientos de salud? La mente, entonces, le manda órdenes a nuestras células para que se activen y comiencen a equilibrarse.
Lo peor que podemos hacer es darnos de latigazos con recuerdos del pasado, llenos de tristeza, de pérdida y sufrimiento, o preocuparnos por lo que pueda suceder en el futuro. Esta actitud lo único que logra es el debilitamiento gradual de nuestra voluntad.
Al tener el dominio de nuestros pensamientos, el sentimiento se controla y se dirige; nuestros actos entonces son congruentes y construyen. Todo aquello que deseamos realizar; debe estar cimentado en un ideal dirigido hacia el bien, no guiado por caprichos inspirados por el egoísmo.
Debemos cuidarnos de las reacciones de los instintos, porque responden automáticamente sin razonar y nos pueden llevar a cometer errores, aunque también; a veces, nos sirven como defensa para sobrevivir.
La voluntad maneja los impulsos que nos empujan, con una energía extra para realizar lo que deseamos.
Para corregir los hábitos negativos debemos utilizar la razón, pero la razón necesita tener información para poder trazar un plan y escoger la mejor manera de someterlos. La observación será nuestra aliada y nos llevar á a conocer los motivos por los cuales los hábitos negativos se formaron. La voluntad en ese momento puede entrar a actuar, porque ya conoce el blanco perfecto a donde se va a dirigir.
Debemos poner nuestra voluntad al servicio del amor para que siempre produzca actos bondadosos y positivos.
El mundo sería mejor si nuestras voluntades se unieran para hacer el bien.