Hay personas que hablan de la verdad y otras que hablan desde la verdad. Yo soy de los primeros. Escribo desde el camino, desde mi propia búsqueda y lo que me mueve es el amor, las ganas de compartir contigo las cosas que estoy descubriendo. ¡Cómo quisiera que hubiera una forma fácil de hacerle ver a otros lo hermoso que es el camino hacia la libertad y que vale la pena cada minuto, cada gramo de energía que le inviertes.
Sé muy bien que la mayoría de las personas que lean este material, lo guardarán en un rincón y volverán a atarse para seguir dando vueltas en la noria de su vida. Las excusas son muchas: “El que yo haga o deje de hacer algo no lograría nada”, “siempre ha sido así y no cambiará nunca”, “está loco, no se puede ir en contra de la corriente”, “no puede ser que todos estemos equivocados”.
El cáncer de esta sociedad, mi amor, es la indiferencia. Lo que mata de hambre a la gente, lo que tolera las guerras lo que acaba con la naturaleza, lo que permite que algunos sacerdotes abusen sexualmente de los niños, es nuestra indiferencia y nuestra apatía. No hay de otra, el mundo está hecho una mierda pero solo algunos queremos hacer algo al respecto.
Les es fácil a otros manipularnos porque la libertad implica una gran responsabilidad. Es mucho más fácil seguir a otros, obedecer y poner todo nuestro poder en lo externo. Todo tiene la culpa de lo que va mal en nuestra vida excepto nosotros. El concepto de dios se ha vuelto una muleta y una perfecta excusa para hacernos tontos y para ¡no aceptar la responsabilidad de nada!
Les es fácil manipularnos también porque nos tienen totalmente idiotizados. Cuando despiertas un poquito, te das cuenta de las locuras que cometemos siguiéndoles el juego y no te lo crees: Manejamos ebrios y con nuestras familias en el coche, fumamos cerca de nuestros hijitos y les hacemos así, fumar a ellos, nos sometemos a liposucción o cirugías plásticas que no necesitamos, martirizamos y matamos animales por diversión, rezamos el rosario y después engañamos a nuestros clientes o hacemos menos a la sirvienta. La lista es interminable.
No se trata de si es bueno o malo, esas son también creaciones de nuestra mente. No se trata tampoco si es pecado o no, esa es otra poderosa arma de manipulación. Ni se trata de decirte qué hacer ni de siquiera insinuar que es importante. Lo que sí creo yo, es que sería una verdadera lástima desperdiciar la oportunidad que es tu vida.
Sería una lástima que te vayas de aquí de esta vida maravillosa sin saber qué es la verdadera alegría, el gozo y disfrutar realmente. Que te conformes con los sustitutos que te dan: el alcohol, las posesiones, la promiscuidad. Estos placeres duran tan poquito y todos te dan cruda, terminas sintiéndote peor y más vacío.
Sería un poco triste saber que fuiste un emperador, una fuente inagotable de amor pero que viviste como un mendigo que se traicionaba y se abandonaba por miedo a la soledad; que llenaba sus relaciones de conflictos porque pensaba que necesitaba de la otra persona y tenía que controlarla.
Sería un poco ridículo darte cuenta al final de tu vida que le estuviste rezando y temiendo a un dios que inventaron otros mientras dentro de ti se encontraba la comunicación directa con lo divino. Enterarte de que nunca necesitaste intermediarios ni representantes.
Sería un poquito tonto que vivas para todos menos para ti mismo. Que la vergüenza y el qué dirán te impidan bailar libremente, cantar cuando estés alegre, gozar tu sexualidad sin sentirte un pecador, mostrar tus sentimientos y tu vulnerabilidad sin temor al rechazo de la gente.
Sería una vergüenza descubrir en tu lecho de muerte que fuiste muy bueno, muy obediente, muy respetable pero que el precio fue pertenecer al montón, no levantar nunca la voz y gritar “no estoy de acuerdo”.
Qué duro sería que antes de morir admitieras que fuiste un doctor mediocre o un licenciado amargado solo porque te faltaron los huevos para ser un aventurero maravilloso o un bailarín feliz.
Sería un poco incómodo admitir en tus bodas de oro que a tu marido no lo quisiste cincuenta años sino que lo soportaste todo ese tiempo por miedo a hacerte responsable, por lo que diría la familia o porque eso se suponía que hicieras.
Y qué tal si en tu cumpleaños ochenta y cinco te das cuenta de que lo que guió tus pasos fue el miedo, la desconfianza, la ilusión de controlar todo y no el amor como pudo haber sido.
En fin, me encantaría decirte que hay una formula mágica para despertar y ser libre. Qué bonito sería decirte que con un jabón, un libro, una llamada telefónica, o cursillo de tres días podrías descubrir todo eso.
No hay tal cosa. Si ves algo de verdad en lo que te digo aquí puedes empezar por admitir que tu vida así como está organizada ahora, no tiene sentido. Que un cambio en ti implica un cambio de camino, de costumbres y creencias. Implica una disciplina de auto-observación constante y un compromiso de volver a ti una y otra vez.
Mi amor, abre los ojos. Deja de tragarte todo lo que te dicen, date cuenta de que eres libre para tomar tus propias decisiones sin darle explicaciones a nadie, que eres el único y verdadero amo de ti mismo. ¿Te suena arrogante? No lo es en absoluto, arrogante es culpar a otros de todo lo que haces.
Admite que no puedes ser mejor, ni necesitas serlo. Tal vez hay algunas cosas que puedes hacer de diferente manera pero nada tienen que ver con tu valía como persona.
Sé egoísta. Ámate, ámate, ámate. No intentes seguir dando lo que no tienes. Llénate de amor por ti mismo y después, darlo a otros será la consecuencia lógica. Enfócate en tu bienestar, en tu prosperidad, en tus intereses y entonces, cuando estés de maravilla, te darán ganas de compartirlo todo con otros, no podrás evitarlo.
Cállate la boca. Deja de quejarte, de juzgar, de criticar, de opinar y prometer. Deja de decirles a todos lo que vas a hacer y ¡hazlo! Tus acciones hablan mucho más alto que todas tus palabras.
Deja de perseguir la felicidad o el éxito. No hay un conjunto de situaciones externas ni de logros que por fin te harán sentir bien. La felicidad y el éxito no son metas a lograr, son caminos que seguir. Son una actitud ante la vida que puedes tener ahora mismo. Si no puedes ser feliz ahora, tal y como está tu vida, no lo serás nunca.
Ríndete. Te vas a morir de todos modos. No importa cuánto miedo te dé, ni cuantas explicaciones locas aceptes. La verdad es que no sabemos nada de después de la muerte. Si hay algo después, allá platicamos, porque hacerlo aquí es una pérdida de tiempo.
Deja de pelearte con la vida, deja de pedir tantas cosas que no necesitas, deja de tratar de imponer tu voluntad a la existencia. Las cosas son como son, la vida es como es, no como tú quieres que sean. A la vida no le importa tu opinión. Sin embargo, si aceptas, nada te faltará, estarás bien pase lo que pase. ¡Pase lo que pase!
Se vulnerable. Se lo suficientemente valiente para admitir que te mueres de miedo. Lo suficientemente hombre para dejarte llorar, lo suficientemente mujer para mostrar tu fuerza, Muéstrate a otros, notarás que, al ver tu verdadero rostro, no les quedará más remedio que amarte.
Relájate, nada necesitas hacer para ser amado. Sí hay suficiente amor para ti y para todo lo que existe en el universo.
Y por último, ¡rebélate! Deja de creer eso que dijeron de ti. No es cierto que seas un bueno para nada, ni un inútil, no eres una oveja ni naciste manchado por ningún pecado. No le sigas el juego a los que no quieren que madures, a los que quieren que seas un niñito desvalido que come de su mano.
Alza la voz y grita:
¡Basta! ¡Yo soy un emperador, un buda, un hijo de la vida, un invitado de lo desconocido; yo soy la luz, la verdad y la vida!
Alza la voz y grita:
¡Y, soy el amo de mí mismo!