Tercera parte de “El Método de los Deseos Cumplidos” (Artículo 3)


¿Involucrarse o comprometerse?: la gran diferencia
Algunas personas están involucradas en su propia vida pero no están comprometidas con ella. Hay una gran diferencia. La persona promedio cree que sus experiencias se deben al azar. Piensa que las cosas simplemente suceden y que lo único que puede hacer es reaccionar de la mejor manera posible. Es el actor pero no el director de su propia obra. Cree en el destino, la suerte, o tal vez en el karma, ignora que ella es su propio destino.
Estoy seguro de que eres consciente que la palabra “compromiso” es muy rara en nuestros días. Brilla por su ausencia en muchos vocabularios.
Pero a mí me encantan estas dos palabras: compromiso total. El significado espiritual que le doy a esta palabra es “acuerdo”. Y cuando el alma establece un acuerdo con el universo, éste cumple con su parte.
Si llega el día en que tu corazón no esté al cien por ciento en lo que haces, quizá ha llegado el momento de preguntarte si pones tu tiempo y energía donde no debes.
Las personas que no consiguen sus metas, no es por falta de talento, sino por su bajo nivel de compromiso. Las personas que no se comprometen tienen problemas.
Analogía: el nivel de compromiso marca la diferencia entre avanzar a la velocidad de un Ferrari o a la del viejo “vochito”.
Lo que he comprobado es que las personas comprometidas piensan de un modo diferente que las personas involucradas.Estas son algunas de la referencias en los patrones mentales que ambos grupos de personas manejan:
       Las personas comprometidas nunca se sienten víctimas; las involucradas siempre se sienten responsables.
       Las personas comprometidas aprenden constantemente.Las involucradas creen que ya saben cuánto hay que saber.
       Las personas comprometidas no participan en el “juego de la culpa”en el que las involucradas son auténticas profesionales.
       Las personas comprometidas sacan fuerza de su compromiso. Las involucradas necesitan motivación externa constante.
       Las personas comprometidas viven satisfechas. Las involucradas están tan insatisfechas que necesitan muchas compensaciones.
       Las personas comprometidas se centran en qué ofrecen. Las involucradas se centran en qué obtienen.
       Las personas comprometidas avanzan por encima de sus dificultades. Las involucradas se detienen ante el mínimo inconveniente.
       Las personas comprometidas generan soluciones; las involucradas, problemas.
       Las personas comprometidas creen en lo que creen. Las involucradas buscan confirmación de lo que les gustaría creer.
       Las personas comprometidas se relacionan con personas también comprometidas. Las involucradas se mezclan con personas igualmente desmotivadas para poder quejarse.
       Las personas comprometidas actúan antes de descubrir cómo conseguir lo que desean. Las personas involucradas aguardan a conocer todos los “como” antes de empezar.
       Las personas comprometidas nunca utilizan palabras absurdas como; “difícil” o “fácil”. Las involucradas usan esas etiquetas y eligen siempre lo “fácil”.
       Las personas comprometidas piensan en grande y actúan en consecuencia.Las involucradas piensan en pequeño y actúan con insuficiencia.
       Las personas comprometidas buscan el logro y se dirigen a él.Las involucradas evitan la pérdida y huyen de ella.
En definitiva, piensan de un modo diferente, saben cosas distintas y actúan a otro nivel. No es de extrañar que sus resultados difieran enormemente.
El logro interior
El concepto de “juego interno” es una de las enseñanzas más valiosas que he recibido mientras trabajaba en construir mi propio sueño. Con ese nombre o con otro, de manera consciente o no, es un concepto manejado por deportistas de elite, empresarios de éxito, artistas de talento y personas altamente efectivas en su vida y profesión.
Por extraño que parezca, algunas personas se derrotan a sí mismas. Y los entrenadores deportivos saben que las derrotas se producen en “el juego interior”.
El concepto de “juego interno” fue acuñado por Timothy Gallwey. Como buen entrenador, él sabía que el logro interior es previo a la consecución de la meta, no solo en el ámbito deportivo, sino también en el personal y profesional.
Cuando asistimos a una competencia deportiva, en realidad estamos presenciando dos juegos: consigo mismo —lo libra cada participante en su interior —y con él oponente— se refleja en el marcador—. Los deportistas saben que para subir al podio, es preciso ganar antes “el juego interno” – (suele ser el más duro). Es lo que se conoce como en el mundo del deporte como desarrollar “mentalidad ganadora”.Hoy los deportistas de alto rendimiento se apoyan en los psicólogos para crear una mentalidad ganadora.
Nadie concibe un equipo o un deportista sin entrenador. Sin embargo a nivel personal, pocas personas solicitan la ayuda de un Coach profesional, aun tratándose un asunto mucho más imponente.
Cuando elijas tu Coach sé selectivo. Examina su calificación no en base a sus títulos, certificados y diplomas, sino en función de su nivel de excelencia en su sector. ¿Contratarías a un fracasado para ayudarte a conseguir el éxito?, ¿Y a una persona arruinada para planificar tus finanzas? Por supuesto que no: buscarías a alguien que fuera rematadamente bueno.
Mi sugerencia: antes de elegir tu Coach, tu mentor o tu terapeuta, indaga, escucha qué dice su entorno: la realidad nunca engaña, Parece obvio, pero pocas veces se hacen las mínimas averiguaciones de las personas en las que se deposita la confianza. En más de una ocasión, algún cliente me ha confesado que un terapeuta al que acudió en busca de ayuda se puso a llorar durante una sesión al contarle sus desgracias personales; simplemente no era un ejemplo de sus propias palabras.

Sobran los comentarios.